Desde hace semanas, los medios no paran de bombardearnos con mensajes positivistas sobre los levantamientos populares que se están produciendo en el mundo árabe, sobre el triunfo de las redes sociales y de cómo la sociedad civil es capaz, de forma espontanea, de sublevarse contra poderes establecidos, uno llega a contagiarse de ese entusiasmo social, pero la situación exige ser algo más pragmáticos y hacer un análisis más aséptico de los hechos.
Las causas que han facilitado las revueltas pueden estar claras, de hecho se repiten en la mayoría de las revoluciones que ha tenido nuestra historia, y se resumen básicamente en dos: la opresión prolongada del pueblo y el incremento de las desigualdades sociales que terminan en un vasallaje al más puro estilo medieval.
Egipto ha sufrido desde el golpe de Estado de 1952, que curiosamente se inicio con el levantamiento popular del conocido “sábado negro” de un 26 de enero, una autocracia que ha sumido al país en una represión constante, tolerada por los gobiernos occidentales por los intereses geopolíticos en la zona. Las reformas económicas del 2004 y del 2008, por la precaria situación, lejos de solucionar algo, crearon una mayor desigualdad social. El incremento del coste de los alimentos importados y la transformación de país exportador de petróleo a comenzar a importarlo, con una desastrosa política económica, supuso una disminución de los fondos que se tradujo en una amenaza a reducir los subsidios a los alimentos, motivo teórico del levantamiento.
Pero como bien dice el profesor Chossudousky, en su artículo sobre los movimientos de protesta en Egipto, “los dictadores no dictan, obedecen ordenes”. Por lo que me surgen varias cuestiones que sería interesante analizar: ¿Quién está detrás de los levantamientos?¿qué consecuencias van a tener?
¿Quién está detrás?
De hecho, las primeras protestas importantes contra el régimen de Mubarak datan de 2004, iniciadas por un movimiento conocido popularmente como Kifaya, que curiosamente recibió soporte del Centro Internacional de Conflictos No Violentos (ICNC) con sede en Washington.
En Túnez, las revueltas del 2008 de los mineros de Gafsa no lograron desencadenar el alzamiento que origino la inmolación de Mohamed Bouazizi.
Organizaciones como Freedom House (HC) y la Fundación Nacional por la Democracia (NED), ambas con sede en Estados Unidos, han estado formando desde hace años a becarios de Oriente Medio en técnicas de movilización cívica y liderazgo, así como en el uso de tecnologías de la información, como facebook, twitter y blogs, todo ello acompañado por reuniones con el “establishment” político y económico del momento.
El director de marketing de Google para Oriente Medio y el Norte de África, Wael Ghuneim, permanece desaparecido desde el 28 de enero, y la propia Amnistía Internacional sospecha que puede estar detenido y alerta del riesgo a estar sometido a tortura. Google ayudo a los usuarios egipcios de la red Twitter a poder comunicarse tras el corte de acceso a internet que hizo el gobierno de Mubarak.
No puedo evitar que me surja la duda de la capacidad del “poder en la sombra” de poder planificar este “efecto domino” o hasta qué punto se ha transformado en un “efecto mariposa” de impredecibles resultados.
Esto sugiere la siguiente cuestión, ¿Qué consecuencias van a producirse?
Las primeras se están viendo a corto plazo y siguen el dicho castellano “cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. En Yemen el presidente ha informado que no extenderá su mandato, en Jordania el Rey ha cambiado a todo el gabinete, en Marruecos se intenta parar la subida de los alimentos con subvenciones, en Libia se ha cambiado el discurso político de apoyo a Ben Ali y Mubarak, en Argelia se informa del próximo levantamiento del estado de emergencia que vive el país desde hace dos décadas y en China, por si se les repite otro Tiannamen, han decidido censurar toda imagen de los sucesos de la plaza de Tahrir.
Las consecuencias a medio-largo plazo ya no están tan claras. Mientras los países de la Unión Europea y Estados Unidos optan por un mensaje más idílico de defender una transición tranquila a una democracia, Israel que vive la realidad de la zona, opta por un mensaje político más real y es que desea más lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y es que mientras Túnez es un país sin alternativas políticas claras, lo cual permite una mayor permeabilidad a “injerencias” exteriores, Egipto tiene varios actores moviendo ficha. Y el que más preocupa, quizás, es Elbaradei, ya no solo por su defensa a Irán cuando fue responsable de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), sino porque puede convertirse en el “Kerenski” de la revolución egipcia y dar paso a otros que supongan una mayor radicalización de la región.
Lo que tengo claro es que al final hemos encontrado las famosas armas de destrucción masiva: los titiriteros sociales, de cuyas acciones, en breve, veremos sus resultados.
© Luis de la Fuente Martin 2011